La evaluación de políticas públicas es importante porque proporciona una información imprescindible para mejorar la eficiencia y la eficacia en el uso de los recursos públicos, tal como pide nuestra Constitución. Una segunda motivación es la rendición de cuentas a los ciudadanos, quienes proveen los recursos y para cuyo bienestar se han escogido, supuestamente, las políticas implementadas.
Los análisis comparados muestran que la evaluación rigurosa de políticas públicas es todavía una asignatura pendiente en España, lo cual no hace sino reflejar cierta despreocupación por una rigurosa rendición de cuentas de los gestores públicos.
La evaluación comenzó a ser tomada en consideración en España tras la entrada en la actual UE. En 2007 se creó la Agencia Estatal de Evaluación de la Calidad de los Servicios y de las Políticas Públicas (AEVAL). Contó con escaso personal cualificado y era excesivamente dependiente del poder ejecutivo. Realizó estudios sobre la “calidad de los servicios públicos”, pero apenas hizo nada en términos de evaluación de impacto de programas y políticas públicas. Fue sustituida en 2017 por un Instituto para la Evaluación de Políticas Públicas, con rango de subdirección general, dentro de la Secretaría de Estado de Función Pública.
La Comisión para la Reforma de la Administración (CORA), creada en 2012 introdujo el requisito de una Memoria de Análisis de Impacto Normativo (MAIN) para toda nueva normativa, así como la aprobación anual de un Plan anual Normativo y un Plan anual de Evaluación Normativa, que ya se habían introducido en la ley del Gobierno de 1997.
El intento más reciente de reforzar la evaluación de las políticas públicas antes del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia han sido los llamados Spending Reviews (revisiones de gasto) realizados por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, AIReF, con el objetivo de mejorar la eficiencia del gasto público.
En este contexto se aprobó la Ley de Institucionalización de la Evaluación de Políticas Públicas, ley 27/2022, de 20 de diciembre de 2022. La ley crea un entramado de organismos e informes que paso a describir. Se crean 3 organismos estatales: la Agencia Estatal de Evaluación de Políticas Públicas, la Comisión Superior de Evaluación, y el Consejo General de Evaluación, en el que estará representada la sociedad civil. Además, se crearán unidades de coordinación de la evaluación de políticas públicas en cada Ministerio. En cuanto a qué evaluar, la Ley establece un Plan de Evaluaciones Estratégicas (PEE) del Gobierno, de carácter cuatrienal, así como Planes departamentales de Evaluación, uno por ministerio, de carácter bienal. La ley genera también una notable carga administrativa, sin dejar clara su utilidad. Requiere realizar un análisis de Evaluabilidad “de (todos) los anteproyectos, programas, planes estratégicos y toda iniciativa que desarrolle políticas públicas”.
La ley es escasamente ambiciosa acerca del ámbito tanto de la evaluación ex-ante como de la evaluación ex-post. Deja, además, una excesiva ambigüedad respecto a quién evaluará, así como a los tipos de evaluación que se llevarán a cabo. Una última dificultad surge porque la ley establece que la evaluación se diseñe una vez implementada la política pública objeto de evaluación, sin haber dispuesto a lo largo de su aplicación la recogida de la información estadística precisa, lo cual limita en gran medida las posibilidades de llevar a cabo una evaluación rigurosa.
La Ley de Institucionalización de la Evaluación de Políticas Públicas no genera mucho optimismo respecto a avances significativos en tan importante esfera de la gestión pública. Se ha optado por recuperar la antigua AEVAL sin abordar los tres problemas que causaron su fracaso: una reducida dotación presupuestaria y de personal, dificultad para acceder a personal con los conocimientos técnicos necesarios y la ausencia de incentivos para someter las iniciativas políticas a un análisis riguroso por parte de evaluadores que estarán excesivamente cercanos a los organismos evaluados.
La ponencia finaliza con propuestas para mejorar el marco regulatorio de la evaluación de políticas públicas en España. Contiene un primer apéndice sobre metodologías de evaluación y un segundo apéndice sobre experiencias internacionales en esta materia.
Decir que Santiago Ramón y Cajal fue un gran científico no necesita justificación. Hay unanimidad en que fue uno de los grandes de la historia universal y el mayor entre los españoles. A pesar de ser tan gran científico nunca fue alguien encerrado en su laboratorio o en una torre de marfil. En lo personal era un hombre polifacético, al que le gustaba viajar, el ajedrez o la tertulia del café con los amigos y que pudo haber brillado en otros campos, pues era competente fotógrafo, extraordinario dibujante y buen escritor. Hay otra faceta, aparte de la científica y la personal, sobre la que versará mi intervención, el Cajal hombre público. Es una faceta importante, porque Cajal se sintió muy comprometido con su país y su tiempo y fue sensible al momento histórico que le tocó vivir.
Sobre el hombre público hay un factor común en las biografías, tomado de sus Recuerdos, y es que su posición política permaneció inalterable desde la infancia a la senectud y se sintetiza en una palabra: patriotismo. Su patriotismo, nacido o avivado cuando niño al presenciar las celebraciones por las victorias en África del ejército expedicionario, habría constituido el leit motiv de toda su trayectoria, incluso en el ámbito científico. De joven le habría dolido que la ciencia española no tuviera presencia en libros internacionales y remediarlo fue un motor de su actividad. La herida del 98 la habría tratado de sublimar ofreciendo a España conquistas científicas que le dieran prestigio intelectual, a cambio de sus pérdidas territoriales (A patria chica, alma grande, sentenció). Los premios y reconocimientos obtenidos eran otros tantos triunfos de España. Su insistencia en la autobiografía resulta tan convincente que la cuestión se ha dado por resuelta: la política en Cajal es el patriotismo.
Ahora bien, aun aceptando el patriotismo como motivación, queda por saber cuáles fueron las posiciones que adoptó ante cuestiones políticas concretas, las razones que le movieron a actuar, opinar o inhibirse en ciertas coyunturas y cómo le afectaron algunos de los grandes problemas de su tiempo. Porque Cajal era sensible a lo que ocurría en su entorno y sus respuestas no fueron monocordes.
Su compromiso con España y su tiempo no fue meramente retórico, porque, a partir del aldabonazo que representó para él 1898, tuvo una triple dimensión cargada de hechos concretos. Primero, desempeñó por largo tiempo algunos puestos de gestión institucional, que no estaban directamente relacionados con labores investigadoras. Segundo, mostró un permanente interés por la política española, fue senador electivo y después vitalicio e incluso estuvo tentado de aceptar un ministerio. Y tercero, mantuvo una presencia constante en la vida pública a través de la prensa, pronunciándose sobre los principales acontecimientos de su tiempo, consciente del valor que podían representar las opiniones del “primer sabio popular en España”, como le llamó Emilia Pardo Bazán.
Mi intención es hacer algunas observaciones sobre la influencia e interacción entre economía y literatura, haciendo referencia a algunos de los trabajos y libros publicados sobre este tema, que son muchos y muy variados, especialmente a aquellos que he podido analizar con cierto detenimiento. Utilizaré algún ejemplo para intentar vislumbrar si los economistas tenemos algo que aportar a la literatura y si la literatura puede hacer aportaciones relevantes a la economía. Las consideraciones anteriores las enmarcaré dentro de la necesaria conciliación de la economía con las humanidades y ciencias sociales bajo criterios multidisciplinares o interdisciplinares.
Soy bien consciente de que este tipo de reflexiones estarán condicionadas, como es natural, por mi experiencia académica y profesional, fundamentalmente en el ámbito de la economía cuantitativa.
Quisiera dejar claro que cuando hablo de aportación a la economía me estoy refiriendo a los problemas concretos que el análisis económico aborda. No, por supuesto, a la indiscutible aportación que las humanidades en general, y la literatura en particular, hacen a la formación y desarrollo de cualquier persona, incluyendo a los economistas.
Desde luego, estos trabajos sobre literatura y economía conciernen a autores y obras que han adquirido una indiscutible notoriedad literaria. Algunos de estos autores no se limitaron a permanecer en su ámbito de especialización como creadores y novelistas, sino que en su condición de ciudadanos intervinieron en el debate público para así poder defender las causas e intereses que consideran razonables. Sucede, sin embargo, que cuando son autores contemporáneos este debate puede llegar a tener aspectos económicos relevantes, lo que lleva a que estos autores, desde su indiscutible plataforma intelectual, generen determinadas narrativas económicas, con frecuencia, sobre problemas de actualidad. Tales narrativas, de las que daré algunos ejemplos en la última parte de esta intervención, pueden llegar a tener una influencia real en la configuración de la opinión pública y, consiguientemente, en la definición de las políticas económicas.
El objetivo de la intervención es realizar una primera valoración del contenido y efectos de la reforma del mercado de trabajo español realizada en 2022. Tras una breve referencia al mercado durante la dictadura, se discutió la reforma de 1984 y la explosión que la misma trajo consigo en la temporalidad que, en pocos meses, superó el 30%, el doble de la media de la Unión Europea. Algunas reformas posteriores (1994, 1997, 2012) tuvieron como objetivo principal declarado reducir la temporalidad, pero con escaso éxito. La reforma de 2022 recupera plenamente el principio de causalidad en la contratación temporal y sus primeros efectos han sido reducir a la mitad la tasa de temporalidad. Se señalan algunos otros componentes de la reforma como la recuperación de la ultraactividad y el tratamiento de los ERTEs y el sistema RED. Los dos aspectos más positivos de la reforma han sido la reducción de la temporalidad y que se trata de una reforma pactada entre Gobierno, Sindicatos y Patronal, lo que ha hecho que su cobertura haya sido más limitada que la de algunas de las reformas precedentes, no abordándose la modificación del sistema de despido, la conciliación de vida laboral y familiar, las políticas de empleo y un tratamiento más amplio de la formación como un derecho de los trabajadores. En consecuencia, una reforma más acotada en sus objetivos que las precedentes, pero de mayor eficacia en el tema crucial de la temporalidad.
Esta presentación es el resultado de una investigación llevada a cabo durante los últimos cuatro años, y responde a mi interés por contrastar las teorías sociológicas con la evidencia empírica, siguiendo las enseñanzas del gran sociólogo Merton, cuando afirmaba que la teoría sin investigación es solo especulación, y que la investigación sin teoría es simple generalización empírica.
El estudio de los valores se ha convertido en un tema recurrente en el actual debate social, en los medios, y en la investigación académica. La teoría del cambio de valores en las sociedades industrializadas establece ese cambio a través de dos ejes, en uno de los ejes, los valores cambian desde los de supervivencia y escasez a los de auto expresión. En el segundo eje, los valores cambian desde una orientación más tradicional a otra más secular-legal. Inglehart formula dos hipótesis principales para esta teoría: la hipótesis de la escasez y la de la socialización. Según la hipótesis de la escasez, a medida que las sociedades y los individuos alcanzan mayores niveles de seguridad económica y personal, aumentará la proporción de la población con valores post materialistas y de auto expresión. Según la hipótesis de la socialización, las generaciones más jóvenes se socializaron en un medio ambiente social de mayor seguridad económica y personal, y serán las que exhiban unos valores más post materialistas y de auto expresión.
Las principales hipótesis en este análisis son: que las preferencias por ciertas cualidades que deben enseñarse a los niños reflejan el “sistema de valores” predominante en una sociedad, y por consiguiente deberían ser comparadas con los dos ejes de valores de la teoría de Inglehart sobre el cambio de valores. Las principales conclusiones, basadas en un fichero de datos de más de 650.000 entrevistas son las siguientes: 1) se ha verificado que ha existido una gran estabilidad en la preferencia por 3 cualidades a enseñar a los niños (buenas maneras, responsabilidad, tolerancia y respeto), tanto en el tiempo (7 oleadas a lo largo de 40 años), como en el espacio (en el mundo, en diez regiones geo-culturales que agrupan a 117 países), y en 10 países seleccionados, entre ellos España; 2) se ha demostrado que las once cualidades objeto de esta investigación se ajustan a los dos ejes de cambio de valores de la teoría de Inglehart; 3) se ha podido construir un solo Índice de Valores sobre la base de estas once cualidades, que miden las mismas dimensiones que el Índice de Post materialismo de Inglehart; 4) se han verificado las dos hipótesis principales sobre el cambio de valores de Inglehart, el cambio generacional y el cambio por período, siempre en los tres niveles de unidades de análisis (mundo, diez regiones geo-culturales, y 10 países seleccionados, entre ellos España); 5) se puede respaldar la hipótesis de que la Unión Europea y los países Anglo Sajones difieren más de lo que generalmente se cree en sus sistemas de valores; 6) se ha confirmado el cambio de valores según la teoría centro-periferia de Galtung, en el sentido de que cambian primero en las regiones, países y grupos sociales “centrales”, y desde estos se transmiten a las regiones, países y grupos sociales “periféricos”; 7) se confirma la hipótesis de Merrit y Rokkan relativa a que las diferencias intragrupo son mayores que las diferencias inter grupos; 8) se ha observado que los hombres están algo más orientados hacia los valores “modernos” y cuanto más alto son el nivel educativo, de ingresos, de empleo, del entrevistado, más orientado está hacia los valores “modernos”; y 9) las variables que parecen contribuir en mayor medida a la orientación hacia valores “modernos” son la menor religiosidad y la justificación de ciertos comportamientos no morales o inmorales, confirmando la afirmación de Adela Cortina relativa a que los valores que interesan son los morales.
La conferencia se inspira en la conocida obra de Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos y el impulso que la guía es también el mismo, la preocupación por la posible pérdida de algunos de los más importantes logros de lo que, por simplificar, puede denominarse la “cultura de la libertad”. Para ello se parte de una comparación entre las amenazas existentes entonces, en pleno despliegue de los totalitarismos, y las que nos encontramos en nuestros días. La característica fundamental de estas últimas es que siempre aparecen bajo el calificativo de “iliberales”. El término lo dice todo. Sea cual sea el frente desde el cual se ataca, izquierda o derecha, el objetivo siempre es el mismo, poner en cuestión algunos de los principales principios o valores centrales del liberalismo. Ahí encajarían las teorías populistas, pero también otras posiciones que propenden a poner en cuestión el legado de esta ideología política. Lo sorprendente, sin embargo, es que tiene ningún enemigo teórico relevante, y eso que convencionalmente se entiende por la dimensión liberal de la democracia reina sin alternativa a pesar de la rehabilitación del populismo. Esta paradoja nos obliga a bucear en las críticas que se le hacen al liberalismo desde dentro de quienes, por otra parte, se adscriben a él. A este respecto se consideraron las posiciones de autores como Francis Fukuyama o T. Garton Ash, que coinciden en ubicar su identificación con el neoliberalismo económico y su descuido, cuando no su silencio, ante la cuestión de las identidades.
A partir de aquí el grueso de la exposición se concentró sobre sobre la cuestión de las identidades y las emociones, siempre ligadas a aquella, y se ponderaron los peligros a los que puede conducir al liberalismo el tratar de acogerlas tal y como le exigen sus críticos. La conclusión a la que se llega después de pasar revista a este enrevesado tema es que hemos pasado sin casi solución de continuidad de la anterior sociedad de la indiferencia posmoderna, aquella en la que todo valía, a otra en la que ya no soportamos esa anterior convivencia de lo plural y diverso. Antes predominaba la ligera --y casi banal-- elección de modos de vida dentro del menú organizado por un mercado dirigido a permitir que cada individuo pudiera escoger cómo vivir. Ahora resulta que preferimos elegir no elegir, nos incorporarnos a algunas de las identidades fuertes en concurrencia. Esto da lugar, sin embargo, a una suerte de cesión de nuestra autonomía individual a favor de la de las identidades adscriptas; no nos vinculamos a ellas por convicción racional o la afinidad de intereses, como solía ocurrir con nuestras opciones ideológicas, sino por sintonía puramente emocional. Con todo, el liberalismo tiene que ser consciente también de que ha venido en una ideología acomodaticia, se ha dormido en la complacencia con el statu quo, no ha liberado sus poderes críticos hacia sí mismo, dando así alas a sus enemigos. Ahora le toca reinventarse bajo las nuevas y difíciles condiciones de la nueva geopolítica.
La pandemia COVID19 ha afectado a todas las sociedades de todos los países del mundo, ricos y pobres. En el contexto de nuevos riesgos e incertidumbres para la población de tantas sociedades a nivel mundial, del creciente avance de la ciencia y la tecnología, de la facilidad de las comunicaciones, de los transportes y de la distribución de mercancías y servicios, es pertinente retomar y revisar o aceptar críticamente el concepto de modernización como proceso de cambio social contemporáneo.
Como concepto, desde la sociología, modernización tiene una larga tradición desde los años 1960s. La identificación de modernización con occidentalización explica las confusiones semánticas y conceptuales con términos y conceptos paralelos (evolución, desarrollo, progreso, cambio social) y la reducción de modernización a imitación de Occidente (en la adopción de costumbres, maneras de vestir, expresarse, así como en la introducción de nuevos métodos de cultivo, de organización de la producción industrial o de servicios, de gobernarse, etc.). Pero la existencia de muchos países de tradiciones religioso-culturales muy distintas a las naciones occidentales (algunos países islámicos, Japón, China) que preservan sus tradiciones culturales al mismo tiempo que adoptan nuevas técnicas y métodos productivos y distributivos de origen occidental en su programa político de “modernizarse”, conduce a una mayor clarificación del concepto liberándola de connotaciones etnocéntricas.
Modernización no conlleva automáticamente la democracia. La industrialización puede coexistir con un régimen de fascismo, comunismo, con la teocracia. Pero los cambios socioculturales que acompañan a la modernización de una sociedad industrializada, en la que el conocimiento, la presencia de trabajadores altamente cualificados y educados capaces de pensar y elegir por sí mismos es patente; incrementan las posibilidades de que se desarrolle en ella el afán por la democracia.
Se sigue usando el término de modernización englobando el desarrollo económico, la estabilidad política y los cambios sociales y culturales en una sociedad, que se asocia etnocéntricamente a un Estado-nación (europeo, occidental). La influencia de la cultura y la importancia del sistema de valores se enfatizan frente al papel del desarrollo y aplicación de la ciencia y la tecnología. En la forma de aproximarse al fenómeno los cambios metodológicos son igualmente relevantes. Se utilizan correlaciones, regresiones simples y otros instrumentos estadísticos que acompañan a las argumentaciones teóricas.
Se presentan las definiciones de modernización desde los años 1960s. En los últimos años, se vuelve a poner el énfasis en la Tradición, en cómo el origen o punto de partida del proceso de modernización lo condiciona en su estructura y forma cultural. A través de diversos estudios empíricos, análisis factorial y regresiones lineales de países occidentales y no occidentales se constata el cambio metodológico experimentado al abordar este fenómeno. Se hace mención a la obra de Giddens y de Beck sobre la expansión del riesgo y la responsabilidad de prevenir y hacer frente a los males en la sociedad contemporánea donde el nivel cualitativo de autocrítica y reflexividad aumenta.
Emergen nuevas incertidumbres ante las crisis medioambientales, financiero-económica y sanitario-económica. Unas son de naturaleza política, como la aparición de nuevos partidos políticos populistas. Una incertidumbre de mayor calado es la crisis de la verdad, ante la avalancha de informaciones falsas, big-data, inteligencia artificial y dispositivos informáticos como el ChatGPT o el BARD, los social-bots, sistemas que piensan y actúan como humanos, que difunden contenidos emocionales como si fueran reales, realizados por una persona. A la par, la información se acelera en virtud de la presunta transparencia. La red digital deja de ser una muestra de libertad para acabar siendo de control y vigilancia, asumidos voluntariamente por los individuos.
No se pone en cuestión al conocimiento científico cuya certeza se entiende hoy como hipotética y probabilística. Se transmite a través de herramientas de la inteligencia artificial en lenguaje racional, predictivo, generativo, pero no suple la capacidad humana de hacerse preguntas científicas, ni la voluntad de querer conocer. Las máquinas tienen capacidad para procesar una enorme cantidad de datos, millones de repeticiones de un experimento en un laboratorio, generar respuestas precisas y relevantes a las consultas de clientes o pacientes, crear nuevos puestos de trabajo. Pero carecen de la capacidad de empatía, creatividad y juicio moral para tomar decisiones en pro del bienestar humano, la justicia social o la innovación responsable.
En julio de 1923 aparece el número 1 de la Revista de Occidente, y como homenaje a esa inminente conmemoración he redactado estas páginas. Un ejemplar que se cierra con el anuncio del libro La decadencia de Occidente de Ostwald Spengler, libro que, me atrevo a pensar, es la referencia obligada de la misma revista. Prueba de la importancia que le daba Ortega es que, cuando un año antes, en 1922, edita la Biblioteca de ideas del siglo 20 -que pretende reunir las cinco obras más características del tiempo nuevo-, incluye entre los seleccionados el libro de Spengler en traducción de García Morente
En todo caso lo que Ortega no discute es lo acertado de la traducción que Garcia Morente hace del título de Spengler, ampliamente discutida: Der Untergang des Abendlandes, La decadencia de Occidente. Pues Untergang, ¿es decadencia, o es hundimiento? Mas bien lo segundo. Sin embargo, Spengler no pretendía describir una catástrofe sino un "crepúsculo" o "puesta de sol". Sonnenuntergang en alemán significa puesta de sol, y Abendland significa literalmente "tierra del atardecer". En 1921, Spengler escribió que podría haber usado la palabra Vollendung, que significa 'cumplimiento' o 'consumación'. “Realizar completamente una acción”, dice el DRAE de la palabra “consumar”. Consumar es al tiempo éxito y extinción, extinción por éxito, no por fracaso.
Hubiera sido un acierto pues, aparte de haberle ahorrado muchas críticas, habría acertado. Al menos la coyuntura actual es más bien consumación que hundimiento y, si se trata de una decadencia, lo es relativa, no absoluta, como he tratado de argumentar en mi libro Entre águilas y dragones.
Libro en el que no perdí el tiempo intentando precisar el concepto de “Occidente”. Como señala el politólogo francés Dominique Moïsi, puede que norteamericanos y europeos ya no sepan qué significa para ellos Occidente, pero el resto del mundo sí lo sabe. Y de ese sujeto histórico, hoy puesto a prueba en Ucrania, habla esta ponencia.
Que comienza analizando la Era de Europa, aupada por la invención de la ciencia en el siglo XVII, ciencia que da lugar a la revolución industrial y a un potente crecimiento europeo. El resultado es que durante al menos trescientos años la historia del mundo todo (de América, Asia o África) se ha escrito en Europa. Que sin embargo se suicida en dos guerras civiles que acaban siendo mundiales, y que dan lugar a dos fenómenos que continúan: de una parte la descolonización del mundo del poder europeo; y de otra la misma colonización de Europa por dos potencias extra europeas, a saber, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero la colonización de Europa es solo el comienzo pues sobre ello hay que añadir la emergencia del mundo descolonizado, una emergencia aupada por dos variables: de una parte la divergencia demográfica entre el este y el oeste, que se solapa con una convergencia tecnológica en la misma dirección. Los países que reciben las nuevas tecnologías crecen rápido y algunos, singularmente China, retan en este momento la antigua hegemonía occidental.
Sin embargo la influencia de Occidente continúa a pesar de la pérdida relativa de poder geopolítico y se manifiesta sobre todo en tres instituciones que son otros tantos vectores de la modernización del mundo. Hablo del Estado, y sobre todo del Estado democrático. Hablo también de la economía de mercado, que al igual que el Estado democrático, carece hoy de alternativa alguna. Y habló finalmente, y sobre todo de la ciencia como modo y hábito de pensamiento, que da su carácter a la cultura moderna. La triada democracia, mercado, ciencia puede ser, a la postre, la principal aportación de la vieja Europa a una civilización mundial claramente emergente. Triada que ha generado un largo periodo de paz, prosperidad y libertad como quizás no se ha conocido en la historia.
El reduccionismo es una estrategia enfocada a conseguir la progresiva unificación del conocimiento. Ha cobrado protagonismo desde el surgimiento de la moderna ciencia natural, con la maduración del paradigma mecanicista tal como fue forjado en el siglo XVII. Siguiendo las huellas de la física fueron siendo constituidas otras disciplinas: química a principios del siglo XIX, biología a mediados de ese mismo siglo, cosmología a principios del XX y biología molecular poco después. La dinámica de integración ha sufrido cierta desaceleración más tarde, pero todavía está vivo un enconado debate sobre la posibilidad de aclarar con estos procedimientos las grandes preguntas relativas a la vida en general y el ser humano en particular. Esta ponencia hace balance y toma posición sobre el fondo del asunto.
He elegido este tema al cumplirse estos días los cincuenta años de la creación del Grupo Tácito, que nació como consecuencia de una serie de circunstancias que, a principio de los años 70, nos condujeron a un grupo de personas, vinculadas en su mayoría a la Universidad CEU San Pablo, a plantearnos la necesidad de reflexionar sobre el entorno político y social en el que vivíamos.
Pensamos que si nuestra actitud, voluntad y pensamiento eran acertados, esa pequeña colectividad podía un día ser útil para cuantos se sintieran atraídos por aportar en común las ideas que mejor pudieran servir a la convivencia española.
Tácito nació así como el intento de potenciar mucho más lo que une que lo que separa; que piensan que en ese momento histórico era preciso reflexionar y actuar de cara al futuro próximo, más que con los ojos puestos en el pasado, que existía un gran sector social nuevo cuya estructura era profundamente distinta a la de antes de los años 40. Tenía en definitiva un sentido de unión e integración, y por eso procuramos huir de querellas y disensiones, porque creímos que era preciso trabajar juntos los afines, aunque no existiera entre nosotros una absoluta identidad de pensamiento, sino más bien una conformidad en los principios y las ideas fundamentales.
El grupo estuvo activo y publicando artículos hasta el mes de febrero de 1977 y conservamos hasta último día el consejo qué Publio Cornelio Tácito, en los finales del siglo primero, escribía en la primera página de sus Historias: “El que quiera hacer profesión de fe y de verdad incorrupta no debe escribir de alguno con afición ni con odio particular”.
Este fue el espíritu que nos guió durante más de tres años. Defendimos siempre un modelo político de sociedad democrática, pluralista, permisiva y libre. Creíamos en la necesidad de instaurar un sistema europeo y la creación de un centro moderno, en el que pudieran encontrarse personas cualesquiera que fuera su procedencia que aceptasen el compromiso de mantenernos alejados de posturas radicales y estuvieran de acuerdo en unos cuantos puntos básicos.
Las personas que nos reunimos no teníamos como objetivo inmediato la transformación en partido político. Defendíamos siempre, eso sí, la necesidad de que surgiese una poderosa fuerza política de centro capaz de amortiguar los extremos y de conducir la Transición. El resultado fue UCD y después el Partido Popular, dos respuestas sociales que justificaron con creces nuestro trabajo. Como la participación en los partidos exigía compromiso político, militancia y disciplina, creíamos que a partir de entonces nuestro papel cómo Tácito debía desaparecer, pero con el compromiso allá donde estuviéramos, de ser fieles a los ideales y principios que recogimos en nuestras columnas semanales, y sobre todo fieles a la concordia que había inspirado nuestra existencia. Este fue el esfuerzo que se intentó en la transición a la democracia. Hoy observamos con temor como parece que se está torciendo aquel espíritu. No obstante, me siento confiado en que vivir no es solo ver pasar sino volver, y con la vuelta al recuerdo y la memoria mantenemos viva la esperanza de una España en paz, en que hayan desaparecido las divergencias qué tantos males trajeron a España en el pasado y podemos mirar a un futuro en paz y reconciliación entre todos los españoles. Sólo así podremos afirmar la actualización de lo que un día pretendimos desde el Grupo Tácito, intentando contribuir al bienestar y el reencuentro entre los españoles.
La agresión desencadenada por Rusia contra Ucrania ha sido un punto de inflexión para nuestro continente y ha precipitado un cambio de época en la Unión Europea, además de ser una crisis que condicionará el mundo recibido.
Son muchas y variadas las respuestas de la UE y de sus Estados miembros. En la ponencia se escogen tres. Se examina, en primer lugar, la actuación diplomática de la UE -desde varias semanas previas a la agresión producida el 24 de febrero de 2022- a fin de movilizar una gran coalición antibelicista en la ONU y otros foros internacionales. Se desplegaron intensos y silenciosos esfuerzos diplomáticos de la UE en África, Asia y América que han logrado una razonable coalición estable de algo más de 140 Estados que aún perdura.
A sabiendas de que la Federación Rusa vetaría la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre su propia condena, el objetivo era lograr que el Consejo de Seguridad aprobase la convocatoria de un período extraordinario de emergencia de la Asamblea General (en adelante, AGNU) (sin capacidad de veto de los Miembros Permanentes al ser resolución procedimental). Desde la Resolución 2623/2022, de 27 de febrero, y hasta el final de la guerra, el Consejo de Seguridad ha transferido su responsabilidad primordial al órgano democrático de la ONU, como motor subsidiario. Gracias a esa maniobra de reenvío a la AGNU, ésta puede debatir y valorar hechos y situaciones relacionadas con la agresión rusa.
La UE presentó un proyecto, con una previa movilización, suscrito por una gran masa crítica de noventa Estados y logró que la AGNU aprobase una resolución por 141 votos a favor el repudio a la invasión y ocupación (Resolución A/ES-11/L.1, de 2.03.2022). Se exigía el fin inmediato del uso de la fuerza contra Ucrania, condenaba las vulneraciones del Derecho Internacional Humanitario cometidas desde los días iniciales de la guerra por Rusia, condenaba el reconocimiento dado a las regiones de Donetsk y Luhansk y exigía que Rusia restableciese las fronteras reconocidas internacionalmente. Fue un gran éxito, pues Rusia solo tuvo 4 votos a favor más el suyo, si bien en las 35 abstenciones y 12 ausencias hubo decepciones notables pero previsibles (dictaduras o Estados autoritarios).
Desde entonces con una secuencia periódica se han logrado, con mayorías similares, nuevas resoluciones que constatan y condenan los graves crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad, las ilegales anexiones territoriales de territorios de Ucrania ocupados y no ocupados por Rusia ordenando el no reconocimiento internacional, la suspensión de la membresía de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y de otros foros internacionales y un acuerdo por consenso relativo a que todo futuro veto de un Miembro Permanente exigirá dar cuentas directamente a la AGNU. En síntesis, se puede decir que la Unión Europea supo ejercer liderazgo político como potencia civil.
En segundo lugar, se aborda la respuesta mediante sanciones. Meses antes del inicio de la guerra, la UE había avisado sobre el “tsunami” de medidas restrictivas. El Servicio Europeo de Acción Exterior de la UE (cuerpo diplomático de la UE) y de los Estados miembros habían preparado con mucha antelación una batería de medidas restrictivas que abarcaban todos los sectores y a miles de personas físicas y jurídicas, públicas y privadas, con todos los datos precisos para su identificación y motivación de sus conductas coadyuvantes con la agresión.
Han sido nueve paquetes u oleadas (desde el 23 de febrero hasta diciembre de 2022) de medidas restrictivas afectando al bloqueo comercial más intenso y extenso que el impuesto en 2014 (incluido el control y financiación de importaciones y exportaciones de mercancías y servicios y la asistencia técnica), el financiero, el tecnológico, bloqueo de transportes por cualquier medio, de reservas monetarias de Rusia, política de visados, etc..
Las medidas restrictivas (o “sanciones”) ante una agresión flagrante -como la sufrida por Ucrania- se fundan en el deber de los Estados de cooperar con otros Estados por medios lícitos para poner fin a la violación de una norma imperativa y en el derecho a apoyar el derecho de legítima defensa del agredido, Ucrania, frente al agresor (art. 51 Carta de la ONU).
Sin embargo, el liderazgo político de la UE no ha tenido paralelismo en materia de sanciones contra Rusia. Jurídicamente no era posible en el Consejo de Seguridad (por el seguro veto ruso) y tampoco -por razones políticas- lo intentó la UE en la AGNU para no poner en peligro la coalición antibelicista.
En efecto, la UE (26 Estados, sin Hungría) ha sumado en conjunto unos 40-42 Estados a las sanciones. El mundo no ha seguido a la UE o a Occidente en materia de sanciones. Y razones tienen los Estados de África, Asia y América Latina para rechazar las sanciones: la agresión rusa no es la única ni la primera de las agresiones producidas en los últimos 75 años, además de constatar que no hay precedentes de sanciones en otros contextos de agresión cuando los autores han sido Estados occidentales.
El tercer ámbito analizado ha sido la masiva ayuda. Primero, la financiera para mantener el funcionamiento de Ucrania como Estado ante los exiguos ingresos fiscales para sostenerse civilmente. Y ante las consecuencias de invasión rusa la UE y sus Estados miembros ha dado un vuelco la propia UE y sus Estados miembros en materia de defensa: la UE ha otorgado y permitido ayuda financiera para la compra de armamento y el suministro directo de armas y equipamiento militar defensivo y ofensivo al Estado agredido. Los Estados de la UE, miembros o no de la Alianza Atlántica, han acordado rearmarse.
Finalmente, se expuso la valoración que la reacción de la UE ha tenido para la ciudadanía europea. Los datos obtenidos por la Oficina Europea de Estadística -Eurostat- a finales de 2022 son muy significativos del apoyo ciudadano a la respuesta de la UE: el 74 % está de acuerdo con el apoyo que ha dado la UE a Ucrania desde la invasión rusa (España, 80%). Dos tercios de los europeos sienten claramente las consecuencias de la guerra y que su vida se ha visto afectada. A pesar de ello, un 72% creen que su Estado mantiene un balance positivo, de ventajas reales, de la pertenencia a la UE.
La respuesta de la UE y sus Estados miembros es compartida por la ciudadanía con un grado de consenso o apoyo nada habitual. Refleja la conciencia ciudadana por la contribución de la UE al mantenimiento de la paz y el fortalecimiento de la seguridad. Nadie puede vivir con seguridad en un mundo en el que el uso ilegal de la fuerza se tolere.
Santiago Muñoz Machado desarrolló la ponencia titulada “El nuevo constitucionalismo multicultural hispanoamericano”. Su exposición partió de recordar que las bases del constitucionalismo europeo se sostuvieron esencialmente en los principios de libertad y de igualdad. Recordó, en especial, las consecuencias de la proclamación del principio de igualdad en las primeras constituciones francesas e inmediatamente las particularidades de la aplicación de ese principio en la Constitución española de 1812 considerando las dificultades de su aplicación a las colonias españolas.
Cuando se produjeron las independencias de las colonias americanas, todas las nuevas repúblicas recogieron el principio de igualdad y, nominalmente, extendieron sus efectos tanto a los criollos que habían asumido las tareas de gobierno como a los indios. Realmente las formas de sometimiento de las poblaciones indias no variaron esencialmente respecto de la época colonialista. Pero las constituciones insistieron en la igualdad.
Desde el siglo XVI se originó una corriente de pensamiento indigenista preocupada por la conservación de las tradiciones y cultura de las poblaciones y comunidades indígenas. Desde finales del siglo XIX y, sobre todo, a principios del XX el indigenismo se convierte en una corriente política que pretende la reforma total de las instituciones y el levantamiento de formas de opresión de los indígenas todavía vigentes. En México la Revolución y la Constitución de 1917 son emblemáticas. En Perú pensadores como Mariátegui, Haya de la Torre o Valverde y, después, escritores como Ciro Alegría o José María Arguedas. Estas corrientes reivindicativas se vieron reforzadas a final del siglo por pensadores políticos norteamericanos y canadienses como Taylor, Kymlica o Tuly.
A principios del siglo XXI se ha desarrollado un nuevo constitucionalismo, con apoyo en esas ideas, y también en declaraciones internacionales como las del Convenio 169 de la OIT o l Declaración de la ONU de 2007 sobre pueblos indígenas, que proclama los derechos colectivos de las comunidades y pueblos originarios, y también la necesidad de reformular los principios del constitucionalismo liberal para dar paso al autogobierno de esas comunidades y a la protección de sus derechos, así como los de los individuos que los integran.
Estas proclamaciones fracasaron en el proyecto de Constitución chilena, que se sometió a referéndum el 4 de septiembre de 2022, pero se han incorporado con éxito a las constituciones nicaragüense, colombiana, peruana, mexicana, venezolana, ecuatoriana y boliviana; es decir a una parte muy importante de la América hispana.
El ponente desarrolló los problemas principales que la aplicación de los derechos colectivos e individuales de las poblaciones originarias está planteando en relación con los derechos individuales consagrados con carácter general en las constituciones y cartas internacionales de derechos. Se refirió, en particular, a las decisiones que están adoptando los tribunales de los indicados Estados cuando se enfrentan a colisiones y conflictos relacionados con el derecho a la vida, la libre circulación, la libertad de pensamiento y religión, o la propiedad privada.